Post-estructuralismo,
cuestionario II
¿Qué es un signo saludable y un signo doble?
Signo saludable es el que
llama la atención sobre su propia arbitrariedad, que no quiere hacerse pasar
por “natural” sino que, en el preciso momento de transmitir su significado,
comunica también algo de su propia condición relativa, artificial.
Signo doble es aquel que
hace señales dirigidas a su propia existencia material, a la vez que transmite
un significado.
¿Qué es un texto escribible?
“Son los textos que animan al crítico a modelarlos, a
trasladarlos a diferentes tipos de discurso, a producir un juego propio
semiarbitrario de significado en contraposición a la obra. El lector o el
crítico cambian su papel de consumidor por el de productor. Esto no equivale a
“todo vale” en la interpretación pues Barthes tiene cuidado de anotar que no se
puede lograr que la obra signifique cualquier cosa; empero, la literatura es
entonces menos un objeto al que esa crítica debe adaptarse que un espacio libre
donde puede jugar a sus anchas. El texto "escribible", por lo general
modernista, carece de significado preciso y de "significados"
(participio pasivo) fijos, está compuesto de varios elementos difusos,
constituye un tejido inagotable o una galaxia de significantes, una tela
inconsútil de códigos y fragmentos de códigos, a través de los cuales el crítico
puede abrir su propia brecha aventurera. No hay principio ni fin, ni secuencias
que no puedan dar marcha atrás, ni jerarquía de "niveles" textuales
que nos indiquen lo que es más significativo o menos”.
¿Cuál es el grado cero de la escritura?
“El escribir, se esfuerza
por liberarse de la contaminación del significado social, ya sea insistiendo en
la pureza del silencio (como ocurre con los simbolistas), o bien buscando una
austera neutralidad, un ―”grado cero de la escritura” que desearía parecer
libre de culpa pero que de hecho es, como lo ejemplifica Hemingway, tan estilo
literario como cualquier otro. No hay duda de que la culpa a la cual se refiere
Barthes es la culpa de la institución de la literatura, una institución que,
como él observa, es testigo de la división de los lenguajes y de la división de
clases. En la sociedad moderna, escribir en forma literaria equivale,
inevitablemente, a confabularse con esa división”.
¿Cuál es el último terreno que queda al placer del
significante?
El escribir o leer como si se escribiera, constituye el
último terreno sin colonizar donde el intelectual puede esparcirse, saborear la
suntuosidad del significante con seductor desdén por cuanto pueda ocurrir en el
Palacio del Elíseo o en la fábrica Renault. Al escribir, la tiranía del
significado estructural podría quedar rota y dislocada por el libre juego del lenguaje,
y el sujeto, es decir, el escribir/leer, quedaría libre de la camisa de fuerza
de una única identidad para pasar a un yo arrobadoramente amplio.
¿Cuál es la relación entre
el post-estructuralismo y el compromiso político?
El postestructuralismo fue
producto de esa mezcla de euforia y desilusión, liberación y disipación,
carnaval y catástrofe de 1968. Incapaz para romper las estructuras del poder
estatal, el postestructuralismo vio que sí era posible subvertir la estructura
del lenguaje (además, no era probable salir descalabrado por intentarlo). El
movimiento estudiantil fue barrido de las calles y obligado a ejercer el
activismo subterráneo. Sus enemigos -lo mismo ocurrió más tarde con Barthes— se
convirtieron en sistemas-credo de cualquier tipo, con predominio de todas las
formas de teoría y organización política que buscaran analizar las estructuras
de la sociedad en general e influir en ella. Precisamente esta política es la
que parecía haber fracasado: el sistema poseía demasiado poder, y la crítica
―total que ofrecía un marxismo profundamente estalinizado resultó ser parte del
problema y no su solución.
Para muchos
postestructuralistas, el peor error consistía en creer que esos proyectos
locales y esos compromisos particulares deberían reunirse en el seno de una
comprensión total del funcionamiento del monopolio capitalista, el cual podía
ser tan opresivamente total como el mismísimo sistema al que se oponía. El
poder se encontraba en todas partes, era una fuerza fluida, mercurial, que se
infiltraba por todos los poros de la sociedad, pero que, como los textos
literarios, carecía de centro.
¿Cuáles son los argumentos
de Eagleton contra los post-estructuralismo?
El postestructuralismo se
convirtió en un recurso conveniente para evadir completamente esas cuestiones
políticas. Las obras de Derrida y algunos otros han proyectado dudas de fondo
sobre las ideas clásicas acerca de la verdad, la realidad, el significado y el
conocimiento, podía demostrarse que todo ello se apoyaba en una ingenua teoría representacional
del lenguaje. Si el significado —lo significado— era un producto pasajero de
las palabras o de los significantes, siempre cambiante e inestable, en parte
presente y en parte ausente, ¿cómo podía haber, en la forma que fuese, una
verdad determinada, un significado determinado? Si nuestro discurso construía
la realidad en vez de reflejarla, ¿cómo podríamos conocer la verdad en sí misma
en vez de sólo conocer nuestro propio discurso? ¿Todo hablar se reducía a
hablar sobre nuestro hablar? ¿Tenía sentido afirmar que una interpretación de
la realidad, de la historia o de un texto literario era "mejor" que
otra? La hermenéutica se había dedicado a comprender condescendientemente el
significado del pasado, pero, ¿en verdad existía un pasado que se pudiera
conocer, excepto como mera función del discurso presente? Ese escepticismo
pronto se convirtió en el estilo de moda en los círculos académicos de izquierda,
fuese o no lo que de hecho habían preconizado los fundadores del
postestructuralismo.
Eagleton, Terry. (1998). Una introducción a la teoría
literaria. México: FCE.