viernes, 7 de febrero de 2014

Post-estructuralismo, cuestionario II

Post-estructuralismo, cuestionario II
¿Qué es un signo saludable y un signo doble?
Signo saludable es el que llama la atención sobre su propia arbitrariedad, que no quiere hacerse pasar por “natural” sino que, en el preciso momento de transmitir su significado, comunica también algo de su propia condición relativa, artificial. 
Signo doble es aquel que hace señales dirigidas a su propia existencia material, a la vez que transmite un significado.
¿Qué es un texto escribible?
“Son los textos que animan al crítico a modelarlos, a trasladarlos a diferentes tipos de discurso, a producir un juego propio semiarbitrario de significado en contraposición a la obra. El lector o el crítico cambian su papel de consumidor por el de productor. Esto no equivale a “todo vale” en la interpretación pues Barthes tiene cuidado de anotar que no se puede lograr que la obra signifique cualquier cosa; empero, la literatura es entonces menos un objeto al que esa crítica debe adaptarse que un espacio libre donde puede jugar a sus anchas. El texto "escribible", por lo general modernista, carece de significado preciso y de "significados" (participio pasivo) fijos, está compuesto de varios elementos difusos, constituye un tejido inagotable o una galaxia de significantes, una tela inconsútil de códigos y fragmentos de códigos, a través de los cuales el crítico puede abrir su propia brecha aventurera. No hay principio ni fin, ni secuencias que no puedan dar marcha atrás, ni jerarquía de "niveles" textuales que nos indiquen lo que es más significativo o menos”.
¿Cuál es el grado cero de la escritura?
“El escribir, se esfuerza por liberarse de la contaminación del significado social, ya sea insistiendo en la pureza del silencio (como ocurre con los simbolistas), o bien buscando una austera neutralidad, un ―”grado cero de la escritura” que desearía parecer libre de culpa pero que de hecho es, como lo ejemplifica Hemingway, tan estilo literario como cualquier otro. No hay duda de que la culpa a la cual se refiere Barthes es la culpa de la institución de la literatura, una institución que, como él observa, es testigo de la división de los lenguajes y de la división de clases. En la sociedad moderna, escribir en forma literaria equivale, inevitablemente, a confabularse con esa división”.
¿Cuál es el último terreno que queda al placer del significante?
El escribir o leer como si se escribiera, constituye el último terreno sin colonizar donde el intelectual puede esparcirse, saborear la suntuosidad del significante con seductor desdén por cuanto pueda ocurrir en el Palacio del Elíseo o en la fábrica Renault. Al escribir, la tiranía del significado estructural podría quedar rota y dislocada por el libre juego del lenguaje, y el sujeto, es decir, el escribir/leer, quedaría libre de la camisa de fuerza de una única identidad para pasar a un yo arrobadoramente amplio.
¿Cuál es la relación entre el post-estructuralismo y el compromiso político?
El postestructuralismo fue producto de esa mezcla de euforia y desilusión, liberación y disipación, carnaval y catástrofe de 1968. Incapaz para romper las estructuras del poder estatal, el postestructuralismo vio que sí era posible subvertir la estructura del lenguaje (además, no era probable salir descalabrado por intentarlo). El movimiento estudiantil fue barrido de las calles y obligado a ejercer el activismo subterráneo. Sus enemigos -lo mismo ocurrió más tarde con Barthes— se convirtieron en sistemas-credo de cualquier tipo, con predominio de todas las formas de teoría y organización política que buscaran analizar las estructuras de la sociedad en general e influir en ella. Precisamente esta política es la que parecía haber fracasado: el sistema poseía demasiado poder, y la crítica ―total que ofrecía un marxismo profundamente estalinizado resultó ser parte del problema y no su solución.
Para muchos postestructuralistas, el peor error consistía en creer que esos proyectos locales y esos compromisos particulares deberían reunirse en el seno de una comprensión total del funcionamiento del monopolio capitalista, el cual podía ser tan opresivamente total como el mismísimo sistema al que se oponía. El poder se encontraba en todas partes, era una fuerza fluida, mercurial, que se infiltraba por todos los poros de la sociedad, pero que, como los textos literarios, carecía de centro.
¿Cuáles son los argumentos de Eagleton contra los post-estructuralismo?
El postestructuralismo se convirtió en un recurso conveniente para evadir completamente esas cuestiones políticas. Las obras de Derrida y algunos otros han proyectado dudas de fondo sobre las ideas clásicas acerca de la verdad, la realidad, el significado y el conocimiento, podía demostrarse que todo ello se apoyaba en una ingenua teoría representacional del lenguaje. Si el significado —lo significado— era un producto pasajero de las palabras o de los significantes, siempre cambiante e inestable, en parte presente y en parte ausente, ¿cómo podía haber, en la forma que fuese, una verdad determinada, un significado determinado? Si nuestro discurso construía la realidad en vez de reflejarla, ¿cómo podríamos conocer la verdad en sí misma en vez de sólo conocer nuestro propio discurso? ¿Todo hablar se reducía a hablar sobre nuestro hablar? ¿Tenía sentido afirmar que una interpretación de la realidad, de la historia o de un texto literario era "mejor" que otra? La hermenéutica se había dedicado a comprender condescendientemente el significado del pasado, pero, ¿en verdad existía un pasado que se pudiera conocer, excepto como mera función del discurso presente? Ese escepticismo pronto se convirtió en el estilo de moda en los círculos académicos de izquierda, fuese o no lo que de hecho habían preconizado los fundadores del postestructuralismo.


Eagleton, Terry. (1998). Una introducción a la teoría literaria. México: FCE.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Fundamentos y carencias estudios culturales

Fundamentos y carencias estudios culturales
María Luengo Cruz
Según el estudio de María Luengo Cruz desde hace dos décadas se ha comenzado a dar auge a los estudios culturales, desde el punto de vista de la sociología. En este estudio revisa los presupuestos teóricos de los estudios culturales y el área de la cultura popular en Gran Bretaña a partir de 1950.
Confronta el punto de vista de diferentes autores y los clasifica en racionalistas e idealistas, los primeros, “instrumentales, los cuales consideran que la cultura responde mecánicamente a fuerzas externas y los segundos, normativos y morales, que hacen caso a la dimensión interna, subjetiva de la cultura”.
Existen también teóricos colectivistas, para ellos, “los patrones culturales preceden a los hábitos culturales del individuo porque a su vez dependen de una estructura social preexistente que dirige la producción y la recepción colectiva de la cultura, bien hacia un sistema impuesto desde fuera, por ejemplo la sociedad capitalista del consumo (racional-colectivismo) bien hacia unos principios internos  (ideal-colectivismo)”.
Y los teóricos individualistas quienes “creen que la cultura es consecuencia de una opción individual. El individuo autónomo, libre, decide las pautas de la creación y fruición estética, al margen de cualquier tipo de condicionamiento social. Se muestran en la realidad pero no se dan en su forma pura. Casi todas las perspectivas combinarán”.
Según las diferentes líneas de estudio, los siguientes teóricos denominarán a la cultura popular de manera distinta: “cultura de masas” Adorno y Leavis, “arte de masas” Benjamin, “cultura popular” Wiilliams y  “arte popular” Panofsky.  Esto es algo más que una terminología.
Ahora nos centraremos en la postura de T.W Adorno y M. Horkheimer estudiosos de la escuela de Frankfort, ellos hacen una división entre la cultura de élite y cultura de masas y la medida para hacer esta división será el arte: “Los teóricos diferenciaron el estilo genuino de un Arte con mayúsculas, del estilo artificial de la cultura de masas”.  Se cierran al nuevo fenómeno que está sucediendo en esta época, el surgimiento de un arte popular.
“Ellos observaron que la racionalidad económica extendía sus modos de hacer- previsión, cálculo y éxito en la obtención de beneficios materiales- más allá de las actividades económicas hasta invadir el ámbito del arte”.  Es así como ahora se presiona a algunos escritores a producir algo rápido y nuevo, lo que importa es sacar a la venta algo innovador para el consumidor.
 “La cultura de la imagen confirmaba, la nueva imagen de un arte mercantilizado: la del bien del consumo”  Un ejemplo de cultura de la imagen en nuestros días, es la importancia que se le ha dado a las portadas de los libros, para que estos sean más vendibles, esto puede suscitar que el libro pierda su valor en sí mismo, pues el consumidor comprará dicho texto si la imagen le atrae o no, dejando de lado el valor literario.
Para Adorno y Horkheimer, la evasión y el divertimiento constituyeron las nuevas formas de “placer estético”. La sociedad capitalista hacía de la diversión una necesidad vital. Un público ávido de entretenimiento consumía los objetos culturales, los destruía y los incorporaba a su metabolismo, como incorporaba cualquier otro bien comestible.
“Dos características aseguraban la autonomía del arte: la unicidad del original y la pureza de la obra, precisamente contrario a la reiteración de la cultura de masas”.  Es lo que hace a una obra de arte, por ejemplo en pintura sólo la primera reproducción será la obra de arte, el arte debe ser único., hecha con materiales verdaderos. Hoy en día cualquier pintura puede ser reproducida pero no con los materiales verdaderos. Yo puedo tener en mi casa una pintura de Miguel Ángel porque la mandé imprimir, pero no significa que tenga una verdadera obra de arte.  
El paso del tiempo es también una prueba del arte, y aquí tenemos a los best sellers, que es una literatura de un momento pero que no paso la prueba del tiempo, como aquella literatura que perdura desde hace cientos de años.

Podemos ver pues, la resistencia de Adorno y Horkheimer hacía la cultura de masas.